Monday, March 05, 2007

Relato: Mí Despertar

Con este relato gane el primer lugar en el concurso relatos fantasy convocado por la escritora Viki Tapada en honor a su novela Mi madre creia en los cuentos de hadas. A mi particularmente me ha gustado el resultado, cuando termine de escribirlo y lo releí ya finalizado me senti satisfecha. En fin espero que lo disfruten XD.

Mi despertar... ¡Oh!, Lo recuerdo perfectamente, tan nítido y claro como si no hubiesen transcurrido tantos años... Como si el tiempo longevo no avanzara. Mi cuerpo se conserva igual, he de admitirlo, no ha cambiado en lo absoluto pese a que en diversas en ocasiones creo notar algo distinto: una ligera y apenas perceptible línea de expresión, mis parpados levemente caídos, o incluso mis senos ligeramente afectados —por la desconocida en mis tiempos de vida mortal— gravedad.

Pero al fin de cuentas sólo resultan ser invenciones de mi conciencia traviesa y eterna.
Ahora estoy aquí en pleno siglo XXI, recostada en un sofá victoriano de tapizado crema con un portátil a mano (sólo me faltaría la común taza de café al lado, pero no creo que le haga ningún bien a mi delicado y selecto organismo), en mi nuevo departamento ubicado en los suburbios, cómodo, íntimo, y completamente adaptable a mis necesidades. Nadie pondría en duda que soy una típica joven americana de no más de diecisiete años.

Me he adaptado muy bien debo confesarlo, aunque tengo que cuidarme de no reír muy fuerte o mover demasiado los labios al hablar, pues en estos tiempos no resulta nada estético tener colmillos largos.


Nunca se me abría ocurrido en mi larga vida —si puede llamársele así— que estos tiempos serian tan perfectos para mi naturaleza, que me brindarían tantas oportunidades; que una época fuera capaz de acogerme de la manera mas sublime sin las antiguas complicaciones. Ah..., si mis amigos de la infancia pudieran ver las maravillas de hoy en día. Si pudieran, no serian mortales.
En fin me presento, mi nombre es Monique, y os voy a contar como fue mi despertar... Mi despertar de la muerte.


Recuerdo que mi conciencia volvió fugaz y con fuerza, rápida cual vorágine como si alguien hubiese derramado un cubo de agua helada en mi rostro. Tenía el cuerpo completamente estirado, con las piernas extendidas y los brazos cruzados sobre el pecho. Me hallaba engorrosamente entumecida. Abrí los ojos y parpadeé por unos instantes; todo estaba oscuro, ni rastro de alguna leve filtración de luz.

Intente moverme, pero mis brazos no lograron deslizarse más allá de unos centímetros; probé con las piernas, pero mis rodillas chocaron con fuerza contra el duro material que me cubría. En ese momento la angustia se apodero de mí, ¡estaba encerrada en un espacio minúsculo! Comencé a golpear con puños y piernas, desesperada, consumida por el miedo. Mi subconsciente decía que en poco tiempo ya no podría respirar, que me ahogaría.

Enorme sorpresa me llevé al notar que no sucedía, que no me ahogaba, que la tierra ya se había colado por mi garganta y que no me afectaba, que lo que en realidad me desquiciaría casi hasta la rotunda locura seria otra cosa, un llamado... una sed.
Al principio fue como una necesidad, un clamor incesante que se extendía por mis venas invadiendo poco a poco cada partícula de mi ser. Después se convirtió en deseo, un deseo furioso y cruel que me quemaba intensamente. Lo necesitaba, lo quería, lo anhelaba..., ¿pero que?, No lo sabia, no tenia la menor idea, sólo debía salir de aquella estrecha prisión y mi instinto me llevaría, el me daría lo que necesitaba.

Como si una fiera primitiva se hubiera despertado en mi interior, comencé entonces a revolcarme desesperada. Recuerdo que golpeé de nuevo sin detenerme, incluso hasta que mis miembros comenzaron a escocer y luego a sangrar. Pateaba con furia, empujaba con impaciencia. De alguna manera sabia que lo lograría, presentía que mi cuerpo contaba con la fuerza suficiente para liberarme, y era verdad. Tan sólo segundos después, el mármol que me encerraba comenzó a ceder, a cuartearse y finalmente a romperse. Aparté la tapa sin mucho esfuerzo y un montón de tierra húmeda y fría se precipito contra mí —Pero si un sarcófago de puro mármol no había podido conmigo aquello tampoco me detendría—. Con dedos y uñas comencé a cavar hacia la libertad, sentía como si estuviera naciendo de nuevo, abriéndome paso en el interior de mi madre hacia la vida. Al fin, un rayo de luna traspasando mi tumba de tierra me indico que ya era libre. Al salir me tambaleé un poco, estaba débil por el esfuerzo. Aguardé un par de segundos sin moverme y luego comencé a dar pequeños pasos. Inhalé intensamente, purificándome; no había necesitado respirar, pero ya que nada me lo privaba no iba a desaprovecharlo. Me sentí más vigorosa, mas dispuesta para saciar mi sed.


El viento se estrellaba contra mí, moviendo con gracia mis castaños cabellos y ondeando ligeramente el vestido blanco y sucio que me cubría. La luna resplandecía con placer reflejándose en el verde de mis ojos e iluminando mi piel mortecina. Comencé a deambular cual espectro por aquel lúgubre lugar lleno de imágenes, lodo, hierba y catacumbas; caminé sobre ellas pensando en los desgraciados que continuaban dentro, aquellos que no habían tenido la fuerza suficiente para abrirse paso entre la muerte.


Algo dentro de mí había cambiado, y aunque ligeramente, también se reflejaba en mí exterior. En la avanzada hacia una primera presa, descubrí que podía escuchar cosas que antes no. El simple cantar de animales nocturnos llegó a hacérseme insoportable, y sentía el lejano aullar de los lobos como si se emitiesen justo detrás de mis oídos. También podía percibir los olores con mayor facilidad, en aquel momento me embargaba la humedad, una hediondez mortífera, el hedor a viejo, a tierra podrida; quise percibir la sangre, pero en aquel decrepito campo santo todo estaba muerto, seco.

Físicamente, mi piel se había tornado mucho mas blanca de lo normal, casi translucida; las venas se notaban con facilidad como delgados y palpitantes hilos sujetos dentro de la carne y sobresalían de manera evidente pero sutil. También me llevé una sorpresa cuando me rompí la lengua al sentir los filosos colmillos de los que ahora soy propietaria. ¡Oh!, Colmillos, para mí, uno de los sellos indiscutibles del vampiro. Con ellos obtenemos nuestro exquisito alimento fácilmente, limpiamente y sin mucho estrepito. Con grácil elegancia, logramos que la sangre ajena fluya caliente y viva por nuestra garganta, con el simple gesto de clavarlos sin vacilación en el cuello de la presa elegida.


Al poco tiempo de mi andanza entre la penumbra de un bosque marchito y un camino yermo buscando alimento, llegué al miserable pueblo del lugar. Quedaba bastante alejado del cementerio de donde había renacido. Al principio estaba tan confundida y embriagada por mis nuevos instintos y mi insufrible hambre, que no repare en preguntarme lo extraño de mi situación, pero en cuanto entre en contacto con aquel lugar, recuerdos claros como el agua llegaron a mi cabeza de manera inconstante y rápida.

Primero, aquella silueta corpulenta y a la vez huidiza asechándome entre las sombras; desorientación, trémula confusión, luego un agudo dolor en la garganta y el líquido rojo y caliente derramándose por mi cuello. A la final oscuridad, oscuridad hasta que desperté dentro del ataúd.
En ese momento de lucidez comprendí que aquellas personas —los habitantes del pueblo— me habían enterrado viva presas del pánico y del miedo ante seres de la noche. Optaron por acabar de raíz con todo aquel que fuera mordido. Recordé entonces que antes de mi muerte mortal, yo había sido testigo de algunos de aquellos actos; emprendí un viaje atrás en mi mente y pude ver de nuevo aquellos cuerpos sin vida, con expresiones aterradoras y completamente vacíos del líquido vital. Me vi además huyendo de casa entre la oscuridad de la noche y la espesura del bosque, y de nuevo la sombra. Sacudí la cabeza y volví a la realidad.

Todo estaba solitario, las calles despejadas, las puertas bien cerradas y un silencio atronador acompañado del silbido del viento lo invadía todo. Mi hambre se incrementaba con violencia y mi conciencia se diluía poco a poco. Sin saber bien lo que hacia y conducida por un instinto casi animal, avancé rápidamente olfateando la sangre: Me dirigí a una casa no muy grande pero familiar, y con una agilidad innatural salté y llegué hasta el balcón. Observé por la ventana con sigilo durante unos instantes y después sin poder contenerme más, irrumpí en la habitación y me lancé contra el cuerpo masculino y fornido que dormía en la cama. El hombre forcejeó y se defendió con todas sus fuerzas, pero para mi no era nada, para mi nueva naturaleza no era nada.

Al momento de alimentarme observé con claridad su rostro, era Steve mi prometido, por él había huido, por él me había arriesgado, y él sin embargo me había abandonado a merced del mal. Tensé mis labios con malicia y le mostré los filosos colmillos mientras sonreía; lo mire profundamente disfrutando su pánico y su miedo, llenándome de la adrenalina que rápidamente se esparcía por cada partícula de mí. Mientras, lentamente sosteniendo su cabello con mis manos, me acerqué a la vena palpitante que me llamaba con descaro y le hinqué los colmillos con garró.

Ah… que placentera fue aquella primera vez. Bebí y bebí sin control dejándome llevar por el éxtasis y la dulce sensación. Borbotones de sangre cálida me llenaban cual postre único y exótico, trazando un camino desde mis labios, boca, garganta; esparciéndose luego por todo mi cuerpo, brindándome una novedosa existencia. En ocasiones despegaba mis colmillos y me arqueaba para disfrutar entre jadeos. En esos momentos, la sangre que se deslizaba por la comisura de mi boca, salpicaba manchando las blancas sabanas y ofreciéndome un espectáculo que descubrí, me encantaba. Mi querido prometido ya no oponía resistencia alguna y yo seguí alimentándome de su sangre hasta saciarme y quedar completamente satisfecha.

Y esa fue la primera vez que probé el líquido carmesí vital, ahora es mi alimento favorito, mi vicio, mi mayor necesidad. No creo que nunca, aunque pasen milenios sobre mí, pueda cansarme o aburrirme de el.

En fin ahora tengo que dejarlos, el intercomunicador del apartamento esta sonando, seguro es Steve que ha venido a buscarme para ir juntos a dar una vuelta por la ciudad, además... ya es hora de comer.

4 comments:

François de Fronsac said...

Hola.

Me ha gustado tu relato.

Y en este enlace me he permitido aconsejar a mis amigos que visiten tu bitácora:
http://lacoleradenebulos.blogspot.com/2007/08/tribulaciones-de-una-joven-escritora.html

Saludos.

Andres Pons said...

A mi tambien me encanto.
Chica a ver cuando damos caña a nuestro proyecto.

Julian Sequeira said...

interesante aunque el tono mistico o profundisimo empaña un poco el contenido lo retarda no se si me explico?¿

SalvatoreX said...

Bueno prima, frialdad al fin en tu cuerpo y mente.. jeje lo digo porque no había leído un relato tuyo de este tipo Y de este calibre (no quiere decir que los otros -pocos- que he leido son malos sino que este me llamó más la atención). Me encanto, sabrás que me gusta escribir sobre vampirismo =)... La verdad increíble, muchos aplausos y un gran beso.!